En las últimas semanas, los fondos europeos se han convertido en uno de los trending topics entre las empresas españolas. Son, y en eso podemos estar de acuerdo todos, un elemento clave de la futura recuperación de Europa y de España. Pero si nos centramos en el sector secundario de la economía, los fondos son también una gran oportunidad -la mayor de la historia reciente- para volver a situar a la industria española donde siempre ha debido estar y para revertir un proceso de desindustrialización que este país lleva sufriendo desde hace casi un cuarto de siglo.
Las cifras son elocuentes. El peso relativo de la industria española en el Producto Interior Bruto (PIB) se ha ido reduciendo paulatinamente desde el 19,8% que tenía en 1996 hasta el 14,4% de 2018. Esta es una tendencia común en muchos de los países europeos. En ese periodo, la media de los 28 miembros de la Unión Europea ha pasado del 21% al 17,1%. En algunos países, sin embargo, el declive apenas se ha notado. Es el caso de la industria alemana, cuyo peso en la economía era del 23,5% en 1996 y del 22,9% en 2018. En España, en cambio, la pérdida de importancia relativa ha sido sustancial, como consecuencia fundamentalmente de la caída de la producción del sector a raíz de la crisis económico-financiera de 2008. Como se puede observar en el gráfico adjunto, la producción manufacturera de los países europeos recuperó el año pasado su nivel previo a la crisis, mientras que España estaba todavía por debajo del 80%.
Oficina de Fondos Europeos
La crisis de la COVID-19 nos ha hecho ver de forma palpable hasta qué punto la pérdida de peso de la industria supone un desequilibrio que hace más frágil y vulnerable nuestra economía. En España hay 2,8 millones de empleos relacionados con el sector industrial frente a los más de 14 millones de puestos de trabajo del sector servicios. Esta descompensación nos está pasando factura, ya que la pandemia está afectando con mayor dureza al sector servicios y el PIB se reducirá este año alrededor del 12%, una de las caídas más grandes de los países desarrollados.
Producción manufacturera, datos acumulados de 12 meses, índice con base 100 en 2007
El problema de la competitividad
Uno de los factores que explica el declive relativo de la industria española es la falta de competitividad. Estas son las causas principales:
Por lo tanto, si aspiramos a tener una industria competitiva que recupere parte del peso perdido en nuestra economía debemos actuar sobre esos cuatro factores, que nos sitúan en desventaja frente los países de nuestro entorno. Además, también sería necesario adoptar medidas para incorporar criterios de sostenibilidad, otro de los ejes sobre los que girará el futuro del sector.
Con esos objetivos en mente, España debe aprovechar al máximo el acuerdo adoptado por la Unión Europea para movilizar un volumen de inversiones sin precedentes en respuesta a la crisis económica provocada por la pandemia. En ese contexto se sitúa la Política Industrial España 2030, cuyo propósito es impulsar la modernización y la productividad del ecosistema español de la industria, mediante la digitalización de la cadena de valor, el impulso de la productividad y de la competitividad de los sectores estratégicos claves en la transición ecológica y la transformación digital.
Un aspecto clave de esa estrategia es el Programa de Impulso de proyectos tractores de Competitividad y Sostenibilidad Industrial, en el que el Gobierno español plantea incentivar mediante subvenciones y préstamos aquellas iniciativas que tengan un relevante efecto de arrastre en nuestra industria. En nuestra opinión, los proyectos deben contemplar, al menos, los siguientes criterios:
Tenemos ante nosotros una formidable ocasión para progresar hacia una industria competitiva y sostenible, recuperando al mismo tiempo la relevancia que nunca debió perder. Ahora lo que nos hace falta es la visión, la energía y la capacidad de gestión necesarias para aprovechar la oportunidad.
Socio de PwC
Artículo publicado en Expansión el 9 de diciembre de 2020