La fragilidad del crecimiento económico en la Unión Europea y los nuevos riesgos emergentes hacen necesario revisar y simplificar el actual modelo de regulación y supervisión bancaria. Esta es una de las principales conclusiones del informe Regulación y supervisión bancaria: hacia la simplificación, elaborado por PwC, y que se ha presentado hoy en un acto que ha contado con la participación de Carla Díaz Álvarez de Toledo, directora general del Tesoro y Política Financiera, Montserrat Martínez Parera, asesora del Gobernador del Banco de España, María Canal, portavoz de la Comisión Europea en España, y directivos de la Asociación Española de Banca (AEB), y de CECA.
El estudio concluye que el actual marco regulatorio y supervisor, nacido de la crisis financiera de 2008, no es hoy en día el más adecuado para afrontar los retos de la banca y de la economía europea en su conjunto. En primer lugar, porque el capital, como principal herramienta de prevención de crisis, ignora que el abanico de riesgos a los que se enfrentan los bancos ha evolucionado. Los riesgos financieros más tradicionales, como el de crédito, que están cubiertos directamente por el capital, no son en la actualidad la principal amenaza para la estabilidad de la banca. Son otros como el blanqueo de dinero, los ciberriesgos, la liquidez, o los tecnológicos y medioambientales, frente a los cuales los colchones de capital no son eficaces. Si tomamos como referencia la situación previa a la crisis de 2008, la exigencia de capital, titular y suplente (MREL), de la banca europea se han más que triplicado cuando la tasa de morosidad ha caído de forma pronunciada en la última década.
La segunda causa es que la complejidad y la profusión del cuerpo normativo al que contribuyen, entre otras cosas, la complejidad institucional en Europa – multitud de autoridades europeas reguladoras y supervisoras-, sitúa a las entidades financieras en una situación de desventaja competitiva respecto a las de otras jurisdicciones. En especial con las de Estados Unidos, que ya ha iniciado un proceso de desregulación del sector, que podría llegar a ensanchar la desventaja competitiva de los bancos europeos. Esta sobreregulación, además de complicar la gestión de las entidades financieras, por lo que supone en recursos humanos y económicos, dificulta el papel de la banca como dinamizador y canalizador de la inversión de la innovación de la economía europea.
Frente a estos dos graves problemas, el informe plantea un conjunto de medidas, necesarias y posibles, que enumeramos a continuación:
“Creemos que es necesario abrir un debate sobre la actual situación del marco regulatorio y supervisor europeo. La complejidad y el exceso normativo al que están sometidas las entidades financieras europeas restringen su capacidad para competir a nivel internacional y, lo que es más importante, les impide financiar adecuadamente las actividades productivas en un contexto macroeconómico y geopolítico muy exigente”.