La actividad en el mercado de fusiones y adquisiciones se está acelerando. En un contexto marcado por el aumento de las valoraciones y por la abundante liquidez disponible, las empresas deben prestar mucha atención a las reglas básicas de creación de valor.
2021 puede ser un año muy ajetreado en el mercado de fusiones y adquisiciones (M&A, en inglés). Las empresas que se han anticipado a las consecuencias económicas de la pandemia han acumulado un ‘botín de guerra’ de 7,6 billones de dólares en efectivo y en títulos negociables, mientras los tipos de interés se mantienen en mínimos históricos. La demanda de operaciones crece a medida que el aumento de la vacunación refuerza el triángulo de relación entre los CEOs, los inversores y el nivel de confianza del consumidor. Para las empresas en dificultades, una venta o una fusión puede ser inevitable. Para otras, una adquisición puede ser la mejor manera y la más rápida de hacerse con las capacidades, los recursos y las tecnologías necesarias para crear valor en el futuro.
Con todo, la pandemia sigue activa. Las distintas oleadas de la COVID-19 siguen provocando restricciones en la actividad. La recuperación económica, seguramente, será desigual en los diferentes sectores y regiones. Es probable que el alto desempleo modere la demanda de productos y de servicios. Las tensiones comerciales globales y las presiones regulatorias también están creando incertidumbre.
En general, las estimaciones sobre el mercado de M&A en 2021 están marcadas por la oportunidad y la transformación, y la competencia por hacerse con algunas empresas puede ser feroz. La pandemia y los acontecimientos geopolíticos llevaron a la mayoría de empresas a aumentar en la segunda mitad de 2020 tanto el volumen como el valor de las operaciones, especialmente para los activos digitales y tecnológicos. Como consecuencia de ello, muchos índices bursátiles (Dow Jones Industrial Average, Nasdaq Composite, S&P 500, Shanghai Stock Exchange y Nikkei 225) se han situado en máximos históricos o cerca de ese nivel.
Después de un año complicado para las transacciones, el ejercicio de 2021 está marcado por tres tendencias: una creciente polarización en las valoraciones de activos; la aceleración de las transacciones en el ámbito digital y tecnológico, y una mayor atención a las cuestiones relacionadas con el medioambiente, la sociedad y la gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés).
Las altas valoraciones y la intensa competencia por hacerse con los activos digitales o tecnológicos pueden forzar a las empresas a ser más proactivas -incluso agresivas- para adquirir lo que necesitan. Por contra, los activos menos demandados podrían sufrir dificultades en la venta y valoraciones más bajas, en particular, los de sectores más afectados por la COVID-19 o con modelos de negocio que, ante los cambios estructurales que se están produciendo, ya no son viables.
Otros factores que se espera que también tengan un efecto dominó en las transacciones y en la actividad de M&A son el aumento de las reestructuraciones y la intensa actividad en el mercado de salidas a bolsa, en particular como consecuencia del creciente uso de las Special Purpose Acquisition Companies (SPAC) a la hora de levantar capital.
La valoración de los activos sigue siendo uno de los mayores desafíos para el éxito de las fusiones y adquisiciones, especialmente cuando la actividad se acelera y la competencia se intensifica, como vimos en la segunda mitad de 2020. Las transacciones se recuperaron desde junio de 2020 y se mantuvieron fuertes hasta fin de año en todas las áreas geográficas. En el cuarto trimestre de 2020, los volúmenes y el valor de las operaciones aumentaron un 2% y un 18%, respectivamente, en comparación con el mismo trimestre del año anterior. En Asia-Pacífico, EMEA y América, la actividad de fusiones y adquisiciones se incrementó entre un 17% y un 20% durante la segunda mitad de 2020 en comparación con la primera.
El fuerte crecimiento del número de megaoperaciones (aquellas por encima de los 5.000 millones de dólares) contribuyó al aumento del valor de las transacciones en el segundo semestre de 2020. En total, se anunciaron 57 grandes operaciones (32 en el tercer trimestre y 25 el cuarto), con un valor combinado de 688.000 millones de dólares. En cambio, en el primer semestre del año se realizaron 27 megaoperaciones por 266.000 millones de dólares.
Históricamente, las crisis y los shocks económicos solían conllevar una rebaja del valor de las operaciones de M&A. Y esto es lo que se esperaba que sucediera con la COVID-19. Además, tradicionalmente, la cotización en bolsa de las empresas de mayor tamaño sufría más, porque los inversores presuponían un mayor descuento en su capacidad de crear valor.
Pero ha ocurrido lo contrario. Las valoraciones se han disparado como consecuencia de la recuperación de las bolsas mundiales, de la abundancia de liquidez y de la gran cantidad de inversores compitiendo por las mismas operaciones. La COVID-19 ha amplificado la tendencia según la cual las empresas más grandes se benefician de una prima de cotización a medida que van ganando cuota de mercado. Una tendencia que se observa en la mayoría de los sectores, y no solo en el de tecnología. De hecho, el desarrollo de la campaña de vacunación hace que se recupere la confianza en la economía y aumenten las expectativas de crecimiento de ingresos y beneficios de las empresas, lo que a su vez alimenta en aumento de las valoraciones. Normalmente, cuando la economía se encuentra en una situación de fuerte crecimiento empuja al alza los tipos de interés y suaviza los precios de los activos. Sin embargo, la mayoría de los economistas esperan que el precio del dinero se mantenga bajo durante un tiempo.
Según los datos del índice bursátil S&P 500, los múltiplos sobre los beneficios (el cociente entre capitalización bursátil y el beneficio por acción ) han aumentado en la mayoría de los sectores durante los últimos cinco años. Cuando hablamos de múltiplos en una transacción, no es extraño que las empresas ofrezcan una prima de entre el 20% y 30% del precio de las acciones de la compañía que están interesadas en adquirir, aunque las que hemos visto en algunas operaciones recientes han sido mucho más altas. Por ejemplo, la compra de la biotecnológica Immunomedics por parte de Gilead -por 21.000 millones de dólares-, supuso una prima del 108% cuando se anunció en septiembre de 2020. Otro caso es el de la compra de Slack Technologies por parte de Salesforce. La operación ascendió a 27.700 millones de dólares, con una prima del 50% por encima del precio de cierre de las acciones antes de que las negociaciones se hicieran públicas.
La transformación digital sigue siendo una prioridad para muchas empresas. A medida que la sociedad ha redescubierto la importancia de los hogares, algunas tecnologías (las relacionadas con el teletrabajo, la educación online, las compras y el entretenimiento) se han vuelto esenciales. Y también urgentes. La velocidad a la que ha crecido la demanda de estas tecnologías ha favorecido las estrategias de compra en detrimento de las de construir nuevas capacidades. Todo ello ha aumentado la competencia por hacerse con las infraestructuras tecnológicas y ha empujado los precios al alza.
En una encuesta realizada por PwC entre altos directivos, el 76% asegura que tiene previsto asignar más recursos a la digitalización, especialmente al análisis de datos, la automatización, la nube, la experiencia del cliente y la transformación de sus productos y servicios. Además, el 53% afirma estar dispuesto a dedicar más recursos a fusiones y adquisiciones como una forma de alcanzar sus prioridades estratégicas.
A la hora de acometer una operación de fusión o adquisición, los inversores tienen en cuenta otros factores que están impactando tanto en la disponibilidad de los activos como en su valoración.
Los líderes empresariales, los gobiernos y los inversores que en la actualidad están considerando realizar fusiones y adquisiciones prestan mucha atención a los factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG, en inglés). Tanto la sociedad como la comunidad inversora son cada vez más conscientes de la necesidad de incorporar a sus decisiones los criterios de sostenibilidad, en especial el cambio climático.
En 2020, un número creciente de empresas (entre las que se incluye PwC) y de países se comprometieron a reducir sus emisiones de carbono y anunciaron objetivos net- zero. Además, varios bancos, inversores institucionales y fondos de capital riesgo se han comprometido a reorientar sus líneas estratégicas y evaluar las actuales y futuras inversiones a través del prisma de la ESG. Estos compromisos afectarán a todos los sectores. Por ello, ya estamos observando que los inversores asignan más capital a nuevas inversiones en energía y energías renovables, reducen la exposición a activos intensivos en carbono y gestionan la cadena de valor de una manera más sostenible. Las cuestiones sociales, como la desigualdad salarial, la diversidad y la inclusión, así como la seguridad pública y la privacidad, son también un foco de mayor atención y transparencia. El mensaje es claro: la política de ESG se está gestando en el núcleo de las organizaciones, a través de sus propósitos y misiones, y se ha convertido en un factor tanto en la toma de decisiones de inversión como en el valor de los activos.
Tras el estallido de la pandemia, empresas, gobiernos e instituciones internacionales se movieron rápidamente para proteger la actividad económica a través de medidas de alivio como garantías de préstamos, facilidades en el mercado laboral, exenciones fiscales y moratorias en las situaciones de insolvencia. Esta acción temprana disminuyó los niveles de riesgo empresarial en muchos países y sectores, y redujo la presión para reestructurar y recuperar negocios con problemas. No obstante, esperamos un fuerte aumento en la actividad de reestructuración una vez las medidas de apoyo finalicen. Durante 2020, en Estados Unidos se registraron más quiebras corporativas que en cualquier otro año desde 2010. Los sectores de consumo discrecional (bienes y servicios no esenciales), la industria y la energía son los más afectados por reestructuración.
Históricamente, las salidas a bolsa, a través de Ofertas Públicas de Venta (OPV), son competencia directa de las fusiones y adquisiciones, ya que la cotización en los mercados de valores es una alternativa que tienen los propietarios de empresas para rentabilizar su inversión. En la segunda mitad de 2020, la demanda de los inversores de empresas innovadoras y de alto crecimiento orientadas a la tecnología se extendió al mercado de las OPV. En el tercer trimestre del año, 481 OPV recaudaron 122.000 millones de dólares, más que en los dos primeros trimestres combinados. En el cuarto trimestre las cifras fueron incluso superiores, con 528 OPV y 129.000 millones de dólares en ingresos.
En 2020, las empresas de adquisición con fines especiales (en inglés, SPAC), que salen a cotizar en bolsa con el único objetivo de comprar empresas de éxito, recaudaron alrededor de 70.000 millones en capital y representaron más de la mitad de todas las OPV de Estados Unidos. Las empresas de capital privado han sido actores clave en el reciente auge de las SPAC, como fuente alternativa de financiación. En 2021, se espera un incremento de la actividad de las SPAC, especialmente en activos como la infraestructura de la recarga de vehículos eléctricos, el almacenamiento de energía y la tecnología de atención médica.