La función de Control de Gestión continúa en constante reto. Si en 2020 el foco fue revisitar recurrentemente las previsiones, replanificando las estimaciones de ingresos y ajustando al máximo los gastos para sujetar un negocio que en la mayoría de los casos estaba en caída libre, en 2021 la situación se ha invertido.
La economía en España se está reactivando y la elevada demanda está devolviendo a cifras prepandemia a gran parte de las organizaciones. Por ello, los comparativos con los que mirarse de la mayor parte de los análisis que se realizan en la alta dirección se han modificado para referenciarse a 2019. Y aquí aparece la primera dificultad en el entendimiento de las evoluciones, identificar si el comportamiento de la demanda está ajustada a la realidad del mercado. Es decir, si se está ganando o perdiendo cuota, cómo y por qué se está ganando y cómo lo anterior está afectando a lo relevante, el margen.
Si en 2020 el objetivo mayoritario había sido reducir al máximo los costes en cada partida ajustable de la cuenta de pérdidas y ganancias, el 2021 ha supuesto en la mayor parte de los casos una navegación a vela de los recortes aplicados en 2020. Ante la duda del comportamiento que iba a tener los ingresos al inicio del año y, sobre todo, ante el sucesivo incremento en los márgenes que cada euro de ingreso adicional respecto al mes anterior suponía sobre el bottom line de los resultados, ha sido habitual optar por mantener plantillas ajustadas, resistirse a renegociar contratos de suministros ya renegociados por la pandemia etc. estando soltándose la mano poco a poco y de forma más justificada que lo hubiera estado antaño con cifras de ingresos similares.
Sin embargo, las crecientes tensiones macroeconómicas están cambiando la nueva normalidad de los departamentos de Control de Gestión. Las presiones inflacionarias de los últimos tiempos en materias primas y utilities están impactando de forma muy significativa sobre la práctica totalidad de las organizaciones. Evidentemente más sobre aquellos negocios con alta dependencia energética y/o precios regulados. A lo anterior hay que añadirle el impacto en las cadenas de suministro, con colapsos de muy diversa tipología que están haciendo su mella en la disponibilidad de stock y por tanto en la capacidad de venta -con la absorción de costes fijos que esto supone- así como en los gastos de aprovisionamiento y logísticos.
Adicionalmente, se está poniendo foco en los gastos de personal. La rotación está siendo muy alta y los costes de reposición de empleados se están elevando. A ello se le une el incremento del SMI y la escasez de perfiles de mayor perfil tecnológico/digital que van a incrementar en términos medios los sueldos y salarios.
Por todo lo anterior, las P&L se han invertido con respecto al año pasado. Los ingresos aumentan y los costes también. ¿Y el margen? ¿lo hace en la misma manera? Aquí es donde está apareciendo la siguiente variable, tan relevante como sensible. El precio. Proporcionar una visión del margen que a la fecha como a futuro permita no solo mantener sino incrementar el margen va a permitir establecer estrategias de pricing que permitan mantener el posicionamiento de la compañía.
Por ello, se están dibujando escenarios de rentabilidad con variables de muy alta volatilidad que afectan a la casi totalidad de las partidas relevantes hasta el margen de contribución, precios, cantidades a ofertar y costes de ventas y operativos. Por tanto, será necesario disponer de un modelo analítico y presupuestario con las principales partidas abiertas a nivel de PxQ.
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José María Martín Balarí
Socio responsable de Finance Analytics and Enterprise Performance Manager de PwC Consulting, PwC Spain