Los edificios de última generación se construyen en función de una serie de proyectos y diseños detallados que han sido acordados previamente con los distintos stakeholders, entre los que se incluyen los propietarios, constructores, inquilinos e inspectores. Posteriormente, el constructor despliega las habilidades y capacidades adecuadas para poner en marcha la construcción en base a unos estándares de calidad definidos previamente. La alineación de las necesidades de los distintos stakeholders, la concepción de un proyecto diseñado con detenimiento, las capacidades adecuadas y una sólida disciplina en la ejecución dan como resultado un producto valorado por dichos stakeholders y que, además, sirve de referencia para los demás. Y… ¿Qué ocurre con los edificios más funcionales o tradicionales? También serán valorados por los stakeholders, pero sólo si todas las partes interesadas alcanzan un acuerdo con respecto a lo que quieren, y si consiguen lo que esperan.
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